¿DÓNDE QUEDA EL BIENESTAR EMOCIONAL DE LOS NIÑOS?
En Colombia, se dice que los niños son la prioridad, pero parece que esto se queda sólo en el papel. En el debate sobre cómo actuar frente al COVID, se ha hablado de cómo recuperar los empleos, cómo proteger a las empresas, cómo darle continuidad a la educación, cómo garantizar los ingresos de empleados informales, cómo reducir el contagio, cómo regular las salidas, etc. Pero ¿dónde queda el debate sobre las implicaciones que tiene la crisis para el desarrollo emocional de los niños? ¿Qué estamos haciendo como país para garantizar el bienestar de ellos?
Llevamos más de un mes en cuarentena y los niños han estado en riesgo desde entonces. La crisis actual amenaza la seguridad alimentaria de muchos de ellos que dependen de la alimentación que se les daba en los colegios y, en las zonas rurales, la mayoría no tienen acceso a internet para poder darle continuidad a su proceso de aprendizaje. Nuestros niños están en riesgo de deserción escolar, el encierro está afectando su salud mental y desarrollo cognitivo, son víctimas de la creciente violencia intrafamiliar que el encierro ha traído.
Sólo hasta el pasado martes 5 de mayo el presidente Duque anunció que, a partir del 11 de mayo, los niños entre 6 y 14 años podrán salir tres veces a la semana durante media hora. ¿Y dónde quedan los menores de 6 años? ¿Por qué no se extendió también para los jóvenes entre 15 y 17? ¿Por qué tomó tanto adoptar la medida? La decisión llega después de más de un mes de cuarentena y, considero, se pudo haber implementado desde hace algunas semanas con la regulación adecuada, para evitar la prolongación de algunos problemas que están asociados al encierro.
Permitirles a los niños salir de sus casas bajo ciertas condiciones es una manera de protegerlos y de evitar el deterioro de su salud mental y emocional en medio de la crisis. Así mismo, la experiencia de otros países y otros momentos de aislamiento nos permiten anticipar las consecuencias de demorarse en tomar acciones dirigidas a proteger el bienestar emocional de los niños y jóvenes. La evidencia sobre lo ocurrido a raíz del Ebola, demuestra que la cuarentena generó en los niños estrés postraumático, ansiedad por el aislamiento social, deserción escolar y aumento en el trabajo infantil, entre otras.
Como si fuera poco, el panorama es aún peor para las niñas; las investigaciones de algunas organizaciones internacionales encuentran que las niñas y adolescentes tienen el doble de probabilidades de no asistir a la escuela en situaciones de crisis y enfrentan mayores vulnerabilidades como la violencia doméstica y de género. La experiencia en países africanos frente al Ebola demostró que las niñas están en mayor riesgo de explotación y violencia sexual; según el PNUD, el embarazo adolescente aumentó en un 65 por ciento en algunas comunidades de Sierra Leona, por ejemplo, como resultado de violaciones y maltrato.
Teniendo en cuenta lo anterior, las niñas en Colombia necesitan recibir aún más apoyo por parte del Estado en medio de la pandemia, pues siguen estando expuestas a la violencia intrafamiliar, la explotación sexual, los riesgos del embarazo adolescente y la mayor probabilidad de deserción escolar.
No se puede esperar a que los efectos del encierro en los niños y adolescentes sean visibles, a que aumenten los datos sobre estrés postraumático, a que aumente la deserción escolar, a que la cantidad de embarazos en adolescentes se duplique, o los casos de violencia sexual se eleven. Teniendo información sobre los efectos que puede traer la crisis actual, el Gobierno debe anticiparse, brindar herramientas de apoyo psicosocial, y garantizar el bienestar emocional de los niños y niñas en el país. Está bien que las ayudas tanto del Gobierno como del sector privado estén encaminadas a mitigar los efectos en salud y alimentación, pero deben incidir también en el bienestar emocional de los niños.
Natalia Martín Cuéllar
Estudiante de Ciencia política y Gobierno y asuntos públicos
Llevamos más de un mes en cuarentena y los niños han estado en riesgo desde entonces. La crisis actual amenaza la seguridad alimentaria de muchos de ellos que dependen de la alimentación que se les daba en los colegios y, en las zonas rurales, la mayoría no tienen acceso a internet para poder darle continuidad a su proceso de aprendizaje. Nuestros niños están en riesgo de deserción escolar, el encierro está afectando su salud mental y desarrollo cognitivo, son víctimas de la creciente violencia intrafamiliar que el encierro ha traído.
Sólo hasta el pasado martes 5 de mayo el presidente Duque anunció que, a partir del 11 de mayo, los niños entre 6 y 14 años podrán salir tres veces a la semana durante media hora. ¿Y dónde quedan los menores de 6 años? ¿Por qué no se extendió también para los jóvenes entre 15 y 17? ¿Por qué tomó tanto adoptar la medida? La decisión llega después de más de un mes de cuarentena y, considero, se pudo haber implementado desde hace algunas semanas con la regulación adecuada, para evitar la prolongación de algunos problemas que están asociados al encierro.
Permitirles a los niños salir de sus casas bajo ciertas condiciones es una manera de protegerlos y de evitar el deterioro de su salud mental y emocional en medio de la crisis. Así mismo, la experiencia de otros países y otros momentos de aislamiento nos permiten anticipar las consecuencias de demorarse en tomar acciones dirigidas a proteger el bienestar emocional de los niños y jóvenes. La evidencia sobre lo ocurrido a raíz del Ebola, demuestra que la cuarentena generó en los niños estrés postraumático, ansiedad por el aislamiento social, deserción escolar y aumento en el trabajo infantil, entre otras.
Como si fuera poco, el panorama es aún peor para las niñas; las investigaciones de algunas organizaciones internacionales encuentran que las niñas y adolescentes tienen el doble de probabilidades de no asistir a la escuela en situaciones de crisis y enfrentan mayores vulnerabilidades como la violencia doméstica y de género. La experiencia en países africanos frente al Ebola demostró que las niñas están en mayor riesgo de explotación y violencia sexual; según el PNUD, el embarazo adolescente aumentó en un 65 por ciento en algunas comunidades de Sierra Leona, por ejemplo, como resultado de violaciones y maltrato.
Teniendo en cuenta lo anterior, las niñas en Colombia necesitan recibir aún más apoyo por parte del Estado en medio de la pandemia, pues siguen estando expuestas a la violencia intrafamiliar, la explotación sexual, los riesgos del embarazo adolescente y la mayor probabilidad de deserción escolar.
No se puede esperar a que los efectos del encierro en los niños y adolescentes sean visibles, a que aumenten los datos sobre estrés postraumático, a que aumente la deserción escolar, a que la cantidad de embarazos en adolescentes se duplique, o los casos de violencia sexual se eleven. Teniendo información sobre los efectos que puede traer la crisis actual, el Gobierno debe anticiparse, brindar herramientas de apoyo psicosocial, y garantizar el bienestar emocional de los niños y niñas en el país. Está bien que las ayudas tanto del Gobierno como del sector privado estén encaminadas a mitigar los efectos en salud y alimentación, pero deben incidir también en el bienestar emocional de los niños.
Natalia Martín Cuéllar
Estudiante de Ciencia política y Gobierno y asuntos públicos